Siempre había deseado salir del barrio. Toda mi existencia se había reducido a una pequeña porción de mi ciudad natal. En las humildes calles en las que crecí, comprendí que todo lo que nos sucedía en la vida, eran meras casualidades. No existía un hado del destino. No había nadie que trazara por nosotros un camino, que hubiéramos de seguir a ciegas. No.
Sólo existía la libertad de escoger, pensar y cuestionar todo lo que nos sucedía.
Descubrí que habían personas que deseaban no escoger, no pensar. Querían que todo estuviera trazado y marcado, para ir como autómatas por el camino prefijado por otros.
Me parecía una manera de ver las cosas respetable, pero no quería eso para mi.
Deseaba ser arquitecto de mi vida, trazar el camino y recorrerlo sin depender de nadie. Sabía que debía hacerlo lejos de mi hogar, porque siempre se ha de abandonar lo conocido para avanzar hacia lo desconocido.